Necesitaba una historia, era urgente. Buscó entre los callejones y luces de los edificios, no había nada ahí. Subió a la montaña y con un telescopio buscó un personaje en la constelación de Orión. No, ahí no estaba su historia. Compró un bote y navegó durante tres días, se sumergió en las profundidades del mar, buscó entre los corales, estrellas marinas. Encontró incluso una ciudad sumergida... No, tampoco tejió una historia desde ahí. Regresó a su cabaña un tanto desconsolada... encendió un candelabro y fijó su vista en la llama. De la misma salió una chispa azul que saltó a su corazón... la historia estaba en aquella flama.
¿De qué estarán hechos los sueños? Antes decía que de nada, llegué a pensar que eran polvo cósmico, ahora sé que los sueños se componen de la esperanza. Sigo afirmando: ¡Qué bonito es alcanzar estrellas de vez en cuando! Szív Márquez
29 jul 2013
Búsqueda.
Necesitaba una historia, era urgente. Buscó entre los callejones y luces de los edificios, no había nada ahí. Subió a la montaña y con un telescopio buscó un personaje en la constelación de Orión. No, ahí no estaba su historia. Compró un bote y navegó durante tres días, se sumergió en las profundidades del mar, buscó entre los corales, estrellas marinas. Encontró incluso una ciudad sumergida... No, tampoco tejió una historia desde ahí. Regresó a su cabaña un tanto desconsolada... encendió un candelabro y fijó su vista en la llama. De la misma salió una chispa azul que saltó a su corazón... la historia estaba en aquella flama.
Con la luz encendida
Miriam era una joven de 22 años, delgada, de ojos grandes y
chispeantes. Jamás la habían asustado historias de duendes, brujas o
hechicerías. Estaba acostumbrada a creer sólo aquello que sus manos podían
tocar y sus ojos ver.–¡Eso no existe! Son cosas que están en la mente-
comentaba si alguien le hablaba de algún demonio en particular.
Jamás hubiera
imaginado que sus ideas estaban a punto de cambiar. Bajó del autobús maleta en
mano, observando las casas hechas de barro y piedra, el pueblo tenía una sola calle, la subió buscando la dirección que traía anotada.
Aquella era la
primer noche que dormiría en la casa de huéspedes; único lugar que había
encontrado disponible el viernes anterior al llegar al pueblo como maestra de
la escuela primaria.
Suspiró al mirar las
pocas estrellas en el cielo, de pronto
se estremeció, el aire había rozado
las ramas de los pinos que estaban en el patio de la casa, el sonido que
emitían era muy parecido a un grito callado y doloroso lo cual daba una
atmósfera lúgubre al lugar. Sonrió- “un simple quejido de aire”- pensó. Después de saludar a Doña Jacinta, dueña de
la casa, acomodó algunas cosas y colgó
el rosario con cuentas grandes en la pared que daba a la cabecera de la cama,
cansada se durmió olvidando el sonido y
la fría noche.
Así transcurrió un
año sin complicaciones. Tiempo durante el cual la joven había ganado la
confianza de los dueños de la casa. Un par de ancianos que la consideraban ya
como una hija.
Un día, al regresar
del trabajo se asombró al mirar su rosario roto y las cuentas regadas por toda
la cama. Supuso que Mireya, la nieta de los dueños de la casa había entrado al
cuarto molesta por las atenciones que sus abuelos tenían con Miriam.
Le mostró el hecho a
Doña Joaquina, quien haciendo la señal
de la cruz aseguró que no había duplicado de llaves y que era imposible el hecho
de que alguien hubiera entrado a la habitación. Miriam no creyó el argumento y
ese mismo día cambió el candado del cuarto que habitaba.
Eran finales de
noviembre, la noche tan oscura y fría, con el viento silbando entre los pinos
como rumor de grito doloroso y callado parecía presagiar algo. Miriam dormía como era su costumbre boca
arriba y con una cobija tapando su rostro. De pronto sintió una brisa fresca en
la cara; abrió los ojos y vio de frente la pared, estaba muy cansada e ignoró
el hecho. El viento continuó golpeando
su cara, cosa rara, tenía la certeza de haber cerrado la ventana, no existía
algún resquicio por el cual se pudiera colar un aire tan frío.
Dispuesta a buscar el
origen de aquella brisa abrió los ojos, de pronto ya no sentía el aire… su
asombro no tuvo límites al mirarse fuera de su cuerpo. Podía ver sus pies, tapados con la cobija; la
mesita de noche con los perfumes. Acercó sus manos para confirmar que realmente
era como un ser suspendido fuera del cuerpo. Intento girar para acomodar cabeza
con cabeza y pies con pies. “Esto no puede ser” pensó, cerró los ojos
con fuerza y al abrirlos de nuevo habitaba su cuerpo.
Al día siguiente
pensó que todo había sido un sueño, y decidió olvidar el hecho. Grave error,
tres noches después volvió a ocurrir lo mismo, solo que ésta vez al verse fuera
del cuerpo advirtió muy cerca de ella una presencia que no podía mirar. Un sentimiento de extravío la invadió. Cerró los ojos y pensó en aquella
oración aprendida de niña: “Padre
Nuestro que estás en los cielos...” Al instante abrió los ojos, sus brazos
estaban cruzados sobre el pecho, ella boca abajo.- ¡Qué extraño!- se dijo-
Siempre duermo boca arriba...
Decidió no contar lo
que para ella era solo una pesadilla. Intentando olvidar el asunto pensó que el
trabajo la había agotado y todo era producto del cansancio. Esa noche, antes de apagar la luz sintió un
escalofrío recorrer su piel, era un hormigueo que empezaba en los pies y subía
lentamente por su cuerpo hasta llegar a los hombros acelerando su corazón. Tomó
aire y sacudiendo la cabeza dijo-¡Tonterías!, sonrió al darse cuenta que lo
había dicho en voz alta. Apagó la luz y
se dispuso a dormir.
Aún sin proponérselo
la invadió el temor de cerrar los ojos, por lo que se mantuvo despierta algunas
horas intentando no pensar. No se dio cuenta del momento en el cual los cerró
hasta que sintió de nuevo aquella brisa fría tan familiar en el rostro. “No de
nuevo”-pensó y abrió rápidamente los ojos pero ya era tarde, de nuevo su cuerpo
yacía debajo de ella y entre la oscuridad que la rodeaba sintió de nuevo
aquella presencia observando. Un miedo enorme se apoderó de su ser. De pronto
se preguntó dónde estaba la puerta para volver al cuerpo. ¿Por qué estaba ella
ahí? ¿Cómo esconderse de aquella presencia que no podía ver pero sabía la
observaba? Recordó la noche anterior, y volvió sobre la oración realizada:
“Padre nuestro que estás en los cielos…” su terror llegó al límite cuando
escuchó claramente como si un grupo de niños en coro repitiera en son de burla
lo que ella decía: “Padre nuestro que estás en los cielos…” miró a su
alrededor, una vasta oscuridad y en medio aquel ser que solo podía percibir, el
temor de sentirse atacada de un momento a otro la llevó a cerrar los ojos con
fuerza para decir: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre…” , escuchó de nuevo el coro de niños repetir en son de burla: “Padre
nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…” en medio del
horror exclamó: ¡Dios único creo en ti, sólo tú puedes sacarme de aquí! Al
instante sintió como su alma se proyectaba hacia su cuerpo.
Al despertar observó
que sus manos estaban cruzadas sobre el pecho, con el cuerpo boca abajo. Se levantó rápidamente, encendió la luz. Pasó
la madrugada orando. Durante las siguientes semanas solo durmió de dos a cuatro
horas diarias. Antes de hacerlo se
aseguraba de encender la luz y dormir boca arriba para lo cual se enredaba el
cuerpo en una sábana de manera que los brazos quedaran a los costados y fuera
del pecho. También consiguió una biblia y agua bendita que regó por las cuatro
esquinas de la habitación. Sólo así logró dormir tranquila.
Pasaron semanas,
meses. Ya empezaba a olvidar las
pesadillas, aunque dormía con la luz encendida y las sábanas sueltas cuando una
noche soñó que estaba en otro cuarto de la misma casa observando una pared
llena de fotografías viejas. De pronto a
la puerta llegaba una chica de su edad y le preguntaba:¿Y tú qué estás haciendo
aquí?- Miriam contestaba -¡Nada! Solo rento
una habitación. La chica molesta, decía-¡Pues no tienes nada que hacer aquí!
¡Ellos son mis padres, míos y solo míos!
En ese momento las imágenes de las fotografías empezaban a moverse. Miriam despertó asustada.
Recordó que en el
pueblo todos pensaban que era hija de Don Jacinto y Doña Joaquina, incluso
ellos mismos así la presentaban ante familiares y conocidos. Esperó la tarde para platicarles aquel
sueño. Los ancianos se miraron sorprendidos al escuchar su relato. Después de
unos momentos, Don Jacinto rompió el
silencio para preguntarle cómo era la muchacha del sueño –Más o menos de mi
edad- dijo Miriam, cabello oscuro, morena, delgada, de ojos oscuros.
Entonces Doña
Joaquina le dijo- ¿Sabes? Nosotros tuvimos una hija que ahora sería de tu edad.
Solo que murió poco después de nacer. Por eso te decimos “Hija”. Tú nos las recuerdas mucho. Murió aquí, en
ésta casa.
Miriam escuchaba
atenta sin salir de su asombro, éste se transformó en horror al ver que la
fotografía detrás de Doña Joaquina comenzaba a moverse, así como los demás
cuadros de la casa. Un eco de voces infantiles gritaban:¡ Ellos son mis
padres!¡Míos, sólo míos! Huyó a su cuarto seguida por el coro de niños.
Entrando a la habitación miró su cuerpo, en esos momentos un médico le cerraba
los ojos.
Los vecinos
cuchicheaban que para entrar habían tenido que forzar primero
la ventana, solo de esa forma lograron abrir la puerta.
Alcanzó a ver a Doña
Joaquina que lloraba desconsolada junto al cuerpo, la anciana musitaba –¿Pero
quién le apagó la luz? A ella le gustaba dormir con la luz encendida.
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