Jamás pregunté por los silencios,
una noche lluviosa el alma vagó por la inmensidad.
Quizás fue la lluvia o probablemente la claridad ceremoniosa de otro silencio.
La fluidez del agua o las ondas de su fuerza cristalina.
Ahora comprendía las ondas dulces y tranquilas del iris
que recordaban aquél lago junto a un ciprés.
Fuí capaz de viajar a través de tu mirada,
llegué a un pueblo de escalones antiguos y paredes viejas.
De calles empedradas y caminos de tierra.
Un pueblo inusual de travesía sin fin.
Escuché el canto de aquellos ojos. A través del eco de la lluvia pude mirar tu danza a lo lejos.
Como si despertará de un sueño encontré mi alma vagando dosmil años en un edén.
Tu edén de campos verdes y lagunas cristalinas.
Szív Márquez.
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