Un buen día se me perdieron las metáforas.
Una mascada de silencio atrapó las frases,
juntó las palabras y sin más se enterró bajo un rosal lleno de espinas.
De pronto olvidé el lenguaje, no pude expresar sentimiento alguno.
Ante mis ojos sólo existía una enorme oscuridad,
sin color, sin forma... la realidad era un hueco vacío
que se movía bajo mis pies de forma vertiginosa.
Grité, aunque de mi voz sólo surgía un balbuceo.
Quizás podía obligar a mi cuerpo saltar, moverse, agitar las manos...
incluso correr entre esa vacuidad,
me sentía ligera, desafiando la gravedad.
De pronto, en esa cima ingrávida, rodeada de oscuridad y silencio
apareció de nuevo la palabra. No esa llena de adjetivos y formas.
Surgió libre, pura, en forma de onda a la altura del plexo.
Fue una palabra dolorosa, hostil, abriendo paso entre células de sangre.
Sentí desgarrarse parte de la carne y el hueso mientras brotaba;
su manifestación fue como el rayo quemando la piel, horadando mi ser.
Era la palabra olvidada del espíritu. La que no necesita metáforas.
¡JUSTICIA!
¡JUSTICIA!
¡JUSTICIA!
Esa, la que existe desde el inicio y subleva las almas.
Szív Márquez.
Una mascada de silencio atrapó las frases,
juntó las palabras y sin más se enterró bajo un rosal lleno de espinas.
De pronto olvidé el lenguaje, no pude expresar sentimiento alguno.
Ante mis ojos sólo existía una enorme oscuridad,
sin color, sin forma... la realidad era un hueco vacío
que se movía bajo mis pies de forma vertiginosa.
Grité, aunque de mi voz sólo surgía un balbuceo.
Quizás podía obligar a mi cuerpo saltar, moverse, agitar las manos...
incluso correr entre esa vacuidad,
me sentía ligera, desafiando la gravedad.
De pronto, en esa cima ingrávida, rodeada de oscuridad y silencio
apareció de nuevo la palabra. No esa llena de adjetivos y formas.
Surgió libre, pura, en forma de onda a la altura del plexo.
Fue una palabra dolorosa, hostil, abriendo paso entre células de sangre.
Sentí desgarrarse parte de la carne y el hueso mientras brotaba;
su manifestación fue como el rayo quemando la piel, horadando mi ser.
Era la palabra olvidada del espíritu. La que no necesita metáforas.
¡JUSTICIA!
¡JUSTICIA!
¡JUSTICIA!
Esa, la que existe desde el inicio y subleva las almas.
Szív Márquez.
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