23 mar 2015

Aprendiendo a andar...

Era necesario el espacio de este año, no el de mañana, ni el de hace 15 años. La presencia de este cielo, que no es cualquier cielo; y la tierra, tan indispensable para mirar, sentir y comprender...

Me resultaba conveniente el aire de este año, su atmósfera y sobre todo la noche, la noche que desde la infancia se presenta ante mi como el vasto mar bajo el silencio de una bóveda... espejo quizás de mi alma.

Era en fin, preciso conjuntar la hora y el día,  el lienzo y las estrellas, el silencio y la melodía... para que el ser, habitante de mi materia se atreviera a andar. Si, andar.  Como hacen las aves por el cielo,  los peces en el agua, las tortugas en la arena, el jaguar en la selva...

Para reconocerme como habitante de este mundo, no solo de mi colonia o ciudad, ni de mi municipio o país.  Habitante del mundo, de este mundo. El de hoy, para andar a pesar de las desconfianzas y desengaños. Para reconocer el cielo como mi techo y cada suelo que piso, como parte de mi hogar. Para descubrir la confianza, la fe y la paz.

Después de encontrar mi gran hogar es hora de explorarlo, ahora puedo empezar a caminar.

Szív Márquez.



Realidad etérea

  No hay neblinas blanquecinas  ni miel surgiendo a borbotones justo a mitad del plexo. Solo un espejo translúcido elevándose hasta la perpe...