16 may 2016

La morada final.


Algo sucedió después de la última vez que visité un cementerio. Las cosas se vuelven tan diferentes después de mirar donde termina el vaso que nos transporta. Sin querer volvieron a mi mente escenas  bellas de la vida, el abuelo bailando mientras mi padre tocaba el violin. La abuela contándome la primera vez que vio el mar y su asombro al mirar las olas altas, tan altas... sus ojos brillantes mientras me contaba esa anécdota.  Los relatos de lo que sucedia en la revolución, como las mujeres corrían a esconderse en el campo... a campo abierto para no ser mancilladas por el ejército. La manera como entraban los soldados a las casas buscando comida... miré la última morada que mi padre y tíos les prepararon con esmero. Honrar a mis ancestros es lo que me han enseñado, hay dentro de la pequeña casita flores vivas en macetas, plantas que han sembrado -porque en la última morada siempre debe haber vida- ha dicho mi padre. Ahí también están mis tías abuelas. Las oraciones no se hicieron esperar y encendimos una veladora, me admiré al ver que mi padre buscaba cerillos en una maceta - aquí deben estar, siempre mis hermanos dejan cerillos- dijo mientras miré sorprendida como sacaba dos cajitas. Durante las oraciones a mi mente llegó el recuerdo de aquella tristeza grande cuando vi a mi abuela en su caja... el recuerdo fue como la imagen de una fotografía lejana, separada de mi.

Quizás es porque he entendido que el cuerpo descansa mientras el recuerdo sigue vivo, lo mismo que el cariño, las anécdotas, las enseñanzas.  Mirar la vida como si fuera el último aliento me ha llevado a volver la mirada hacia la naturaleza, a buscar entre los textos antigüos la forma como el ser humano se relacionaba con plantas y animales.

-Aquí me vas a traer cuando muera- Ha dicho mi padre y yo he sonreído, hasta hace unos años le llevaba la contraria y siempre le decía que buscaría otro lugar. Pero esta vez mi sonrisa ha sido un si, tal vez he comprendido la importancia que tiene para él, mi madre, incluso para mi el hecho de que una familia descanse en una sola casa, la morada final.

Szív Márquez

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