1 jul 2015

Alarido.

La lluvia no logra lavar los abruptos quejidos de la tierra.
Se oye en la ciudad un rumor de piedras,  el coro alcanza una intensidad muy grande.
Ni las voces en diversas lenguas calman el suplicio. 
Una oración no basta. Szív Márquez.
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Entre agua se arrastra el polvo, sucumbe cada atardecer
entre el latido de la noche.
Abre los ojos ante la luz pero continua a ciegas.
El polvo anda a tientas, entre agua y aceite.
Se le ha olvidado jugar entre el aire y con las hojas de los árboles.
Cae pronto ante las trampas de luz,
cae pronto ante el filtro solar.
El polvo que solo sabe volver al polvo
y bailar entre el aire, adormecido en lo alto de las montañas
o en los resquicios de las rocas.
A veces se deja pisar, otras veces es sacudido con furia,
llevado a lo más alto del camino.
El polvo va y viene, sueña y se estremece
Canta con la lluvia y sueña con el sol.
A veces se escucha su grito, fuerte, claro. Los leopardos y leones escuchan, tiemblan, disfrazan su temor diciendo: "Eso es solo el alarido del polvo"

Szív Márquez.

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